Fluorescente, halógena o LED

Hay un chiste en el que se pregunta cuánta gente hace falta para cambiar una bombilla, pues bien, seguramente, no sea tanta como la necesaria para decidir cuál poner: descartadas las bombillas clásicas incandescentes de Thomas Edison (cuya fabricación está ya prohibida, aunque puedan encontrarse aún en tiendas), uno puede elegir entre los tubos fluorescentes, las fluorescentes compactas (denominadas también de bajo consumo), las halógenas o los nuevos LED.

led1

Se dice que la tecnología Light Emitting Diode (LED) va a revolucionar el mundo de la iluminación, pero antes de salir corriendo a por una de estas maravillas se deben tener en cuenta algunas consideraciones. Lo mismo ocurre con las llamadas de bajo consumo, el tubo fluorescente en forma de bombilla, que hay que saber escoger.

Un primer detalle: Por lo general, al comprar una bombilla uno se fija en su potencia en vatios (W), de la que dependerá su gasto de energía. Pero no se suele prestar atención a la numeración que viene justo a continuación. Está puede ser 827, 830, 840, 865, 927, 930, 940 ó 965. Como explica Mar Gandolfo, responsable del Centro de Aplicaciones de la Luz de la compañía Philips, el primer dígito (un 8 ó un 9) se refiere al índice de reproducción cromática, un factor clave en la calidad de la luz. En este índice, el 100% corresponde a la reproducción de los colores tal y como son en realidad. Un 9 significa que esa bombilla está entre el 90 y el 100%. Y un 8, que está entre el 80 y 90%. En la actualidad, no se pueden vender lámparas por debajo del 8, pero todavía existen muchas en techos del país.

El resto de la numeración (27, 30, 40 ó 65) está relacionada con la temperatura de color. Un 27 representa 2.700 kelvin, una luz cálida como la que daría la llama de una cerilla. Un 65 corresponde justo a lo contrario, 6.500 kelvin, un color blanco muy frío, similar a la luz de la calle de día, pero sólo apto in interiores para ambientes muy concretos. Por muy eficiente que sea la tecnología escogida, no vale cualquier bombilla para cualquier sitio. Además de tener suficiente potencia para el lugar requerido, también cuenta mucho el atinar con estos números (no resulta recomendable una luz muy fría en una zona con baja iluminación).

Hoy en día son muchas las expectativas puestas en la tecnología de los LED. Esta iluminación empieza a llegar a las tiendas, pero se conoce ya desde hace mucho tiempo. Son los mismos chips de la lucecita de color rojo que avisa del encendido de un aparato eléctrico. Se trata de un diodo semiconductor que emite luz al ser atravesado por una corriente. En función del material semiconductor elegido (galio, indio, aluminio…), la iluminación puede ser roja, azul, verde, ámbar, naranja o cian. La luz blanca se obtiene colocando juntos LED rojos, azules y verdes (lo que puede ocasionar efectos raros en las sombras) o añadiendo fósforos para convertir el azul en luz blanco, de forma similar a lo que se hace en las lámparas fluorescentes.

“Estamos en los comienzos de una tecnología nueva mucho más eficiente”, incide Juan Antonio Alonso, director de Eficiencia Energética del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE). Y es que el LED no sólo rivaliza en ahorro de energía con los tubos fluorescentes y las bombillas fluorescentes compactas, sino que puede tener una vida mucho más larga: hasta 50.000 horas (hay que pensar que una bombilla en casa se enciende unas 4 horas al día). Además, no genera radiación infrarroja o ultravioleta, ni tampoco contienen mercurio (como las fluorescentes). Ahora bien, todavía tiene importantes inconvenientes. No da suficiente luz para sitios en los que se requiera mucha iluminación y puede dejar de funcionar por el calor. Y, sobre todo, está su precio.

Como explica Alonso, para casa ya comienzan a encontrarse LED con prestaciones suficientes para sustituir a las lámparas halógenas dicroicas, las luces de forma redondeada que van incrustadas en el techo. Gastan mucho menos energía, pero mientras unas cuestan unos pocos euros, estas más modernas pueden superar los 30 euros.

¿Resulta rentable pagar más dinero por una iluminación que va a gastar menos energía y durar mucho más? Algunos municipios españoles han empezado a cambiar ya las bombillas de vapor de sodio de las farolas del alumbrado exterior por esta nueva tecnología. No obstante, el director de Eficiencia del IDAE considera que merece la pena esperar un poco. “Ya hay LED que mejoran lo que hay, pero se prevé que mejore todavía mucho más en poco tiempo”, avisa Alonso. “En menos de un año pueden aparecer LED más eficientes y baratos”.

También se espera que mejore mucho en el sector doméstico. Mientras tanto, la mejor opción parece seguir siendo la lámpara fluorescente, tanto la de tubo como la compacta de bajo consumo. Ambas utilizan la misma tecnología, sólo que en la bombilla compacta el tubo va colocado de forma muy distinta. La experta de Philips confirma que se trata de “un mito” la creencia errónea de que cuando se apaga y enciende una lámpara fluorescente en un intervalo muy corto de tiempo se gasta más electricidad que si se deja encendida. Lo mejor es siempre apagar.

Sin embargo, Gandolfo si desaconseja colocar bombillas de bajo consumo en sitios en los que se van a estar encendiendo y apagando continuamente. “No hay que poner fluorescentes compactas en las comunidades de vecinos pues se rompen”, incide. “Los problemas de los vecinos se han acabado con los LED”.

En resumen: Una lámpara halógena siempre gastará mucha menos energía que una incandescente clásica, pero todavía se ahorrará más con fluorescentes. En principio, un tubo recto fluorescente resulta más eficiente que otro retorcido de una bombilla compacta de bajo consumo, pero la diferencia es poca y no siempre será así, dependerá también de la calidad de cada lámpara. Un LED gasta ya menos que una lámpara halógena, pero todavía está más o menos a la par que los fluorescentes. A esto hay que sumar los condicionantes del espacio a iluminar y las preferencias personales. Entonces, ¿cuánta gente se necesita para cambiar una bombilla?